sábado, 20 de abril de 2024

CONADEP Mar del Plata: el rescate de una labor

Dr. Armando Vicente Fertitta

                                                Rabino Guillermo Bronstein

        

            La Delegación Mar del Plata de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) fue integrada por el Doctor Armando Rodolfo Fertitta, la Señora María Luisa Turón de Toledo, el Padre Enzo Giustozzi, el Doctor. Juan Carlos Wlasic, el Doctor Marcelo Insaurralde, el Reverendo  Rodolfo van Bethem, el Doctor Oscar Antonio Huerta y el Rabino Guillermo Bronstein.

            Dicho organismo quedó constituido el 27 de marzo de 1984 y entregó su informe final al Presidente de la CONADEP, Doctor. Ernesto Sábato, el 15 de septiembre de 1984.

            El periodo en que le tocó actuar y el modo en que llevó a cabo esa tarea  hacen que, a cuatro décadas de cumplido su propósito, sea digna de especial mención.

            Durante los meses en que llevó a cabo sus funciones recibió 265 denuncias, reconoció y enumeró la existencia de distintos centros clandestinos de detención en Mar del Plata y la zona y llevó a cabo un análisis exhaustivo (que incluye una estadística) del mapa de la represión ilegal.

 

            Rabino Guillermo Bronstein  

            El Rabino Guillermo Bronstein fue propuesto para integrar la CONADEP Mar del Plata por el Rabino Marshall Mayer, de reconocida actuación en el campo de los derechos humanos, que integró la CONADEP central y que trabajó muy activamente con organismos internacionales de derechos humanos en el marco de la investigación argentina. El Rabino Bronstein vive en Lima y viaja a Mar del Plata con cierta asiduidad y hacia finales de 2023 trajo consigo copias del informe de la Delegación Mar del Plata de la CONADEP para su entrega a los hijos del Doctor Fertitta (a cuya memoria dedicó la publicación), a la Universidad Nacional de Mar del Plata; al Centro Cultural Osvaldo Soriano y al Colegio de Abogados de Mar del Plata. Con ese gesto se propuso hacer público el trabajo llevado a cabo en un momento en el cual el proceso de consolidación de los Derechos Humanos en la agenda pública estaba en su conflictiva etapa inicial.

            Tuve la fortuna de mantener largas y enriquecedoras conversaciones con el Rabino Guillermo Bronstein; resultó, además de un interlocutor de enorme versación en todos los temas, de gran capacidad intelectual, interés por muchas ramas del conocimiento y respeto por los demás, una persona sumamente cálida. Sus vivencias acerca de la época de la dictadura, que alternó con relatos de su tarea en la CONADEP,  son muchas. A él le cupo –por su formación como agrónomo- el análisis estadístico de los datos obtenidos. Asimismo, me regaló un ejemplar del libro Del Holocausto a la Vida, editado en Perú, cuyo prólogo le pertenece, que recopila desgarradoras historias de exiliados del nazismo que dejaron Alemania antes y durante y después de la Segunda Guerra Mundial para llegar a países como Perú y Argentina, donde había gobiernos dictatoriales afines al nazismo y de clara tendencia antisemita. El libro en sí es un testimonio de amor a la vida. Durante nuestras conversaciones recordó la visita a los ex centros clandestinos de detención, las conductas de muchos militares y la dificultad en lograr el acceso a varios de aquellos siniestros ámbitos y, en esas circunstancias, la actitud decidida del Dr. Fertitta, militante del Partido Intransigente –que estuvo detenido en dos oportunidades, antes y después del golpe militar-, quien se abría paso muchas veces gracias a su decisión y a su carácter. Por más atroces, señalaba, los hechos debían ser probados y cada imputación estar sustentada por pruebas concretas. El objetivo era la justicia dentro del marco del derecho y esa fue la idea inspiradora.

El Rabino Bronstein también recordó que en 1982 el Doctor Fertitta había solicitado del Colegio de Abogados una manifestación en contra de la guerra de las Malvinas, de la dictadura y del envío de jóvenes soldados al Atlántico Sur. Era entonces una actitud valiente y minoritaria.

 

            Los principios rectores de un programa

            Carlos Santiago Nino –junto con Jaime Malamud, los restantes letrados de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico y nominados miembros de la futura administración- fue uno de los más activos gestores del programa sobre derechos humanos y las reformas que introdujo el gobierno del Dr. Alfonsín. Su libro Juicio al mal absoluto Los fundamentos y la historia del juicio a las juntas del proceso enumera –profunda y detalladamente- las etapas de ese camino. Además de la derogación de la ley 22-924, de autoamnistía,  firmada el 23 de septiembre de 1983 por Bignone, se impulsaban los principios de que: 1) Tanto el terrorismo de Estado como el subversivo serían castigados; 2) habría límites para quienes debían ser responsables y 3) los juicios debían ser limitados a un período finito de tiempo (tales son simplemente algunos de los puntos salientes del extenso programa).

            El principio rector de Alfonsín establecía que no era posible iniciar la etapa democrática sobre una claudicación acerca de los derechos humanos. Se imponía llevar a cabo una experiencia muy poco habitual en el mundo: investigar el pasado reciente y aplicar una justicia retroactiva.[i]

            El programa de referencia era muy complejo y difícil de implementar por los aspectos –jurídicos y políticos- que presentaba. Finalmente, tras salvar numerosos escollos, fueron sancionadas leyes fundamentales, no sólo para resolver aquella circunstancia sino para el futuro de los Derechos Humanos: La anulación –por la ley 23.040- de la ley de autoamnistía y, entre otras –como la ley 23.077 de Defesa de la democracia- la ley 23.049 –de Reforma del Código de Justicia Militar- y la ratificación de la Convención Americana de Derechos Humanos –ley 23.054-, con lo cual la instancia máxima en la materia sería la Corte Internacional de Derechos Humanos.      

            A finales de la década del 70, cuando llegaban al Juzgado Federal, donde yo trabajaba, los recursos de hábeas corpus por detenidos desparecidos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos era considerada una intromisión en la soberanía y los asuntos internos: es difícil hoy comprender lo que ese conjunto de normas realmente significaba en esa época.

            El presidente Alfonsín sancionó los decretos nros. 157 y 158 -1983- de enjuiciamiento a los líderes los movimientos subversivos y a los miembros de las Juntas Militares y el 187, del 15 de diciembre de 1983, por el cual era creada la CONADEP.

            La idea de Alfonsín era limitar el alcance de los juicios y dar la oportunidad a las autoridades militares de enjuiciar a un grupo que había ejercido el poder y mejorar el concepto de la ciudadanía acerca de las Fuerzas Armadas. Para ello fue reformado el Código de Justicia Militar e introducido –a iniciativa del senador Elías Sapag, del Movimiento Popular Neuquino, que tenía un familiar desaparecido- un recurso de apelación ante la Cámara Federal, promovido por las partes, o la avocación judicial ante una demora injustificada. La reforma lo era de leyes procedimentales y no conculcaba el derecho de defensa en juicio, por lo cual no era violatoria del principio de castigo sin una ley previa al hecho del proceso, tal como en su momento lo resolvió la Corte Suprema de Justicia de La Nación.

            Ese fue el mecanismo que –ante la actitud reticente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas- habilitó el  juicio a las juntas militares por parte de la Cámara Federal capitalina.

 

La CONADEP

El propósito del presidente Alfonsín era investigar la suerte de las personas desaparecidas; en tal sentido, rechazó la iniciativa de hacerlo por la vía de una comisión bicameral del Congreso para evitar injerencias partidistas y dispuso crear una comisión independiente, ligada al Ministerio del Interior, facultada para “oír los reclamos de las víctimas y entregarlos al Poder Judicial, para recibir testimonios voluntarios y documentación de ciudadanos privados o para exigir testimonios escritos de cualquier funcionario público o miembro de las fuerzas armadas y de seguridad” (señala Nino) y gozaba del acceso a lugares de detención, pero no podía emitir juicios sobre hechos y circunstancias.

El Dr. Nino tuvo un papel activo en la selección de los miembros de la CONADEP; las organizaciones de derechos humanos inicialmente se negaron a formar parte de la comisión, pero luego de reconocer la seriedad de su trabajo sumaron su aporte. Seis diputados y senadores nominados por sus respectivas cámaras también la integraron.

El apoyo de organismos internacionales permitió que fueran habilitadas filiales en el interior –como la de Mar del Plata- aunque con menos facultades.

El proceso –señalan Jorge Camarasa, Rubén Felice y Daniel González en su libro El Juicio. Proceso al horror-  pasó a la jurisdicción de la Cámara Federal el 4 de octubre de 1984. El 12 de febrero de 1985 el fiscal ante la Cámara Federal de Buenos Aires solicitó la ampliación de las declaraciones indagatorias de los ex comandantes con referencia a 670 casos seleccionados de la investigación de la CONADEP. Ello fue el fruto de una extensa y minuciosa investigación de los miembros de la fiscalía, que incluía muchos casos del interior.

Lo señalado es de por sí indicativo de la importancia del trabajo de la comisión y sus filiales. El informe final de la CONADEP Buenos Aires menciona el aporte de la filial Mar del Plata al citar los centros clandestinos de la ciudad y la zona y los casos de los Dres. Centeno y Candeloro, muertos mientras eran torturados.

Poco antes del advenimiento de la democracia fueron destruidos, por orden del entonces presidente de facto Bignone, los archivos de la represión, con lo cual el conocimiento acerca de los modos de proceder, debió partir de cero.

 

   Un contexto violento

              La actividad de la CONADEP tuvo lugar en el marco de un contexto conflictivo y violento. Un ejemplo de ello es la sublevación de militares, como el mayor Barreiro, ante cuya detención fueron detonadas varias bombas, y el reemplazo de distintos cuadros del ejército, a lo cual se sumó el intento de ataque del general Menéndez a un periodista, a quien quiso agredir bayoneta en mano.

            Parte de la población tenía fe en la labor de la CONADEP y la Justicia pero otra, ante la subsistencia del aparato represivo militar, era totalmente escéptica.

 

            La CONADEP Mar del Plata  

            A cuarenta años de redactado el informe de la filial Mar del Plata de la CONADEP sorprende por varios motivos: el modo en el que está concebido, la coincidencia de apreciaciones con el informe final de la CONADEP Buenos Aires, entonces en gestación y su minuciosidad.

            Se trata de un trabajo reflexivo, objetivo y riguroso que narra, en primer término, las circunstancias del establecimiento de la delegación, el desarrollo de las tareas, de cuya magnitud da idea el solo hecho de que en el término de seis meses debía ser investigada la actividad represiva llevada a cabo durante siete años, recibiendo denuncias, atendiendo a los llamados de personas que, en aquel contexto, no se atrevían a denunciar, lo cual posibilitó lograr el conocimiento de un gran espectro de hechos a investigar, por medio de requerimientos a oficinas públicas, solicitudes  que fueron respondidas en una mínima parte.

            El informe consta de catorce capítulos, y catorce anexos

           

            “La posibilidad de decir que hemos superado las expectativas puestas en nosotros, no es un patrimonio personal de los miembros de esta Delegación, ni el mérito de sus esfuerzos, se trata por el contrario del esfuerzo y del sacrificio de varios centenares de simples ciudadanos que desde hace  años deambulan solitarios sobrellevando su dolor calladamente, soportando injurias, diatribas y hasta burlas, buscando sólo como respuesta reparadora un acto de Justicia, o que le devuelvan a sus seres queridos o les expliquen el destino final de los mismos.

            Sin la colaboración de esas madres que claman por sus hijos desaparecidos, sin la de las esposas o esposos que exigen saber por sus parejas arrancadas de sus hogares con un destino aún no conocido, o de los hijos que lloran  la ausencia de sus padres y aún de sus amigos y vecinos, no hubiera sido posible concluir con este cuadro de actuación.

            Vaya para ellos, si no la solución requerida, por lo menos el esfuerzo de quienes los han comprendido y tratado de colaborar desinteresadamente con un objetivo final: LA JUSTICIA”. (Informe Conadep. Delegación Mar del Plata, presentado el 15.09.84, pág.2)

 

            Texto central y anexos     

            Es imposible resumir adecuadamente el extenso contenido del informe. Como el de la Sra. Turón de Toledo, surgen de su lectura muchos de aquellos peticionantes de los inútiles recursos de amparo que eran diariamente presentados en un juzgado federal, donde al menos uno de sus miembros era un ex cuadro de una fuerza de seguridad y muchos funcionarios estaban vinculados a la ultra derecha, nombres que luego regresaron en las denuncias que hizo la CONADEP durante su labor, en las que se trabajó en el Juzgado Federal de Mar del Plata a lo largo de 1986.

            Algunos de los apartados del texto central son: la recepción de denuncias; la ideología de la represión; el silencio y negación de la información; la seguridad de la impunidad; el papel del Poder Judicial; las características de los procedimientos represivos; la tortura y las condiciones de detención.

            Paralelo en su gestación al informe final de la CONADEP de Buenos Aires, los puntos tratados coinciden en su gran mayoría.

            El primer anexo –lo mismo que los capítulos del libro Nunca Más- es más específico: Secuestro y disposición de bienes; Informes falsos o contradictorios  e internaciones en el Hospital Interzonal Mar del Plata; ocultamiento de información sobre personas desaparecidas; Exterminio de familias casi completas; Operativo “Chartear Gente” y otros ítems.

            El análisis estadístico –Anexo 3- arroja datos muy significativos: sobre un total de 265 denuncias hubo 219 personas desaparecidas; el 64,53 % correspondía a hombres; el 33,20 % a mujeres y el 9,09 a mujeres embarazadas.

            En cuanto a las profesiones, el 20,76 por ciento correspondió a empleados y el 18,49 % a estudiantes.

            El promedio más alto de secuestros fue el de septiembre de 1976, con 18 personas secuestradas.

            El 56, 16 % de los secuestrados desaparecidos no tenía militancia alguna.

            Del mismo modo que el de la CONADEP central, el informe señala que la represión ilegal fue un ataque generalizado a la totalidad de la población.

            No vamos a abundar más en estos aspectos, extensamente tratados en el informe de la CONADEP Mar del Plata y el libro Nunca Más. Los siguientes anexos detallan la información solicitada y la recibida y, entre otros aspectos, el listado completo de secuestrados liberados y de secuestrados desaparecidos.

                       

            Nunca Más

            La actividad de la CONADEP fue esencial para el juicio y la condena a  miembros de las juntas militares, que posteriormente fueron indultados por el gobierno siguiente.

            Tal como lo señala Nino, muy pocos países pudieron llevar a cabo la justicia retroactiva respecto de los delitos de lesa humanidad. Argentina fue uno de esos pocos.

            También señala que “El trabajo de la CONADEP resultó extraordinario por su importancia y detalle […] Los esfuerzos de la      CONADEP  ayudaron a dar cuenta de los desaparecidos, colectaron invalorable evidencia para los juicios, crearon un refugio en el aparato del Estado para las víctimas y sus familiares y mejoraron las relaciones con los grupos de derechos humanos” (Obra citada, pág. 131, EMECÉ, 1984).

            El informe final de la Delegación Mar del Plata de la CONADEP concluyó su introducción con el concepto de que los valores más altos son los de la libertad y la dignidad humana, por encima de lo cual no hay nada; nos deja su trabajo y este mensaje.

 

 

Eduardo Balestena



[i] Pese a ello, no es posible olvidar que fue durante gobiernos radicales donde se produjeron sangrientas represiones obreras, como las de la Semana Trágica (1919); los fusilamientos de la Patagonia (1921) y la política represiva de La Forestal, en el norte, en la década del 20. Nunca hubo ninguna muestra pública de arrepentimiento ni ningún pedido de perdón acerca de estos hechos.

miércoles, 20 de marzo de 2024

A cincuenta años de la filmación de La Patagonia Rebelde



                                             Fotografías tomadas de la autobiografía de Héctor Olivera (Sudamericana, 2021)

            Los Vengadores de la Patagonia Trágica, de Osvaldo Bayer, fue el resultado de más diez años de investigación y las más de 1.300 páginas de sus cuatro tomos llevaron al debate un tema tabú en un momento de mucha agitación política.

            La película La Patagonia Rebelde  dio a conocer el tema en el mundo.

           

El tugurio

            Para la edición 2012 de la Feria del Libro de Mar del Plata estaba programada una charla de Osvaldo Bayer que no pudo llevarse a cabo por problemas de salud del historiador. Sin embargo, me invitó a su casa. En la puerta de entrada había un pequeño cartel que rezaba “El tugurio”.

            Conversamos en el recibidor de aquella casa llena de libros, sentados a una mesa donde había de adorno una de las granadas que usaban los anarquistas para protegerse de las persecuciones de la policía a caballo.

            Aquella investigación le había llevado, durante una década, muchísimos viajes al sur buscando testigos, así como también una gran actividad en Buenos Aires, consultando archivos y haciendo entrevistas.

            Luego de la publicación de la obra recibió un llamado de Héctor Olivera, que acababa de leer el primer tomo y que le anunciaba su decisión de hacer una película con el tema, pidiéndole la venta de los derechos de la obra. Lo primero que vino a la mente de Osvaldo Bayer fue que Leopoldo Torre Nilsson había alterado su guión de la película La Mafia, haciendo resucitar a Chicho Chico (Alfredo Alcón) asesinado a poco de comenzar el filme. En atención a eso le contestó a Héctor Olivera que aceptaba su oferta con la condición de escribir el guión y estar presente en la filmación; “se hizo un silencio del otro lado del teléfono que duró como un minuto hasta que me respondió bueno…”. Me contó eso y anécdotas sobre la filmación.

           

Una película épica con un tema riesgoso”

            Señala  Héctor Olivera en su autobiografía (Fabricante de sueños, Sudamericana, 2021), refiriéndose a la obra de Osvaldo Bayer: “Cuando leí los dos primeros tomos de su investigación titulada Los vengadores de la Patagonia trágica tuve el deslumbramiento  de un hecho deliberadamente silenciado por nuestra historia oficial y de inmediato imaginé una película épica con un tema riesgoso, no encarado antes por el cine argentino.”  

            Vestuarios, distancias, vehículos, escenarios y llevar a un guión el contenido de los primeros tres tomos de la obra de Bayer –aún no había sido editado el cuarto- hacían de la película realmente una épica.

            Ese mismo año del proyecto (1973) fue filmada la película Quebracho, de Ricardo Wullicher, acerca de las huelgas y la represión en La Forestal, sobre el libro de Gastón Gori; un filme minucioso y excelente: la transición hacia la democracia deparaba dos grandes películas sobre el pasado argentino. Wullicher rescató la figura de Rogelio Lamazón –un inolvidable Lautaro Murúa- , un caudillo radical que enfrentó a La Forestal y que fue asesinado en 1940.   

            Las demandas del guion de La Patagonia Rebelde –que Bayer elaboró junto con Fernando Ayala y Héctor Olivera, con revisiones de David Viñas- eran muchas: las columnas del teniente coronel Varela y los capitanes Anaya y Viñas Ibarra confluían en una sola en el filme, la del teniente coronel Zabala y la secuencia temporal de los hechos cambiaba por necesidades de la narración.

            “Vivían todos” me dijo Bayer y agregó que debía entrevistarlos mientras vivieran. En la película, excepto los de los fusilados, todos los nombres –así como el número del regimiento- fueron cambiados.

            En su concisión, la película sirve para dar una idea de  los hechos, del clima político que se vivía a comienzos de la década de 1920 y de un tema muy complejo que involucraba a las facciones del sindicalismo de entonces, y a las presiones internacionales.

            Uno de los mayores aciertos del guión fue el del personaje del alemán Schultz –uno de los papeles más memorables de Pepe Soriano- que aparece como miembro de la comisión de la Asociación Obrera de Oficios varios y que está basado en el anarquista  alemán Pablo Schultz y el alemán Otto.

Vale la pena detenernos brevemente en estos dos hombres: del alemán Otto no se conoce el apellido, sino solamente que había estado 4 años en la guerra europea; era un hombre callado, trabajador, solitario y sufrido. La frase de Pepe Soriano poco antes de la escena del fusilamiento: “Ni en la guerra europea donde estuve cuatro años…” está inspirada en el alemán Otto que dijo que ni entonces se fusilaba a prisioneros desarmaros.  

Pablo Schultz arengó a los hombres a no entregarse y a pelear hasta el final en la Estancia La Anita –varias líneas de Pepe Soriano se basan en esta arenga-  así como varios parlamentos del personaje de Antonio Soto son reales.

En oportunidad de obtener el Oso de Plata en el festival de Berlín alguien le preguntó a Olivera –refiriéndose a Pepe Soriano- quién era ese actor alemán que vivía en la Argentina.

Una de las importantes fuentes de Bayer fueron los documentos del Juzgado letrado de Río Gallegos, donde se conservaban todos los volantes de los anarquistas de la Sociedad Obrera de Oficios Varios.

            Bayer había pensado, como final, el episodio en el cual las pupilas de un prostíbulo se negaron a atender a los soldados, quienes, indignados, trataron de entrar al lugar, pero las cinco meretrices los rechazaron a escobazos al grito de “¡asesinos!”, “¡porquerías!”, “¡con asesinos no nos acostamos!”. Fueron a parar a un calabozo policial. Mucho le costó a Bayer averiguar los nombres de estas valientes mujeres: Consuelo García, Ángela Fortunato, María Juliache y Maud Foster. Para un tema ya de por si polémico, en tiempos de la censura, tal secuencia significaría agregar un tema urticante más. El historiador primero rechazó el pedido de cambiar este final, pero luego comprendió que tal solicitud obedecía a argumentos muy atendibles y la película tuvo la conclusión que conocemos, quizás la más impactante de todas: el momento en que la mirada de Héctor Alterio, encarnando al comandante Zabala, al serle cantado por todos los asistentes a un homenaje en su honor el “For he is a jolly good fellow” (un hecho real) comprende a que intereses verdaderamente ha servido.

           

Los tiempos se acortan

            Osvaldo Bayer y Héctor Olivera viajaron varias veces al sur para seleccionar los escenarios y resolver problemas de producción. El entonces gobernador de Santa Cruz, Jorge Copernic ofreció la participación de cadetes de la Escuela de Cadetes de Policía de la Provincia de Santa Cruz para actuar como soldados y gestionó un crédito a sola firma del banco provincial.

            Técnicos muy experimentados se desempeñaron junto a otros que por primera vez llevaban a cabo un trabajo de esa envergadura, cuenta Héctor Olivera en su autobiografía: Jorge Piruzzanto diseñó los decorados que fueron realizados en el estudio Baires y María Julia Bertotto hizo lo propio con el vestuario. El director de fotografía fue Víctor Caula.

            Una vez aprobado el guión por el Ente cinematográfico, completado el elenco y zanjadas las cuestiones de producción pareció que los problemas centrales estaban ya resueltos. Sin embargo estaba muy lejos de ser así.

            El lunes 7 de enero de 1974 Héctor Olivera y su familia volaron a Puerto Deseado para iniciar el rodaje, encontrándose con Osvaldo Bayer –gran conocedor de la zona- y su familia.

            Las primeras escenas filmadas lo fueron en unas serranías cercanas a Puerto Deseado y el rodaje luego siguió en la estación de ferrocarril, Tehuelches y Jaramillo, en donde fueron rodadas escenas de las más importantes, como el fusilamiento de Facón Grande. En Pico Truncado el equipo debió alojarse en carromatos de YPF.

            Pensemos en el momento histórico: el asesinato de Rucci y la formación de la Triple A habían significado el comienzo de una escalada de violencia y amenazas. “La primavera camporista” había terminado y los tiempos se acortaban.

            En ese escenario, un sábado a la tarde, mientras Olivera se preparaba para filmar, en la Estancia La Primavera, a unos 80 km. De Río Turbio, la escena  de Zabala enfrentando a los peones –trescientos extras formados en doble fila-  el director gritó ¡Cámara aquí! pero nadie le respondió.  Todo el equipo estaba inmovilizado. Según lo cuenta Olivera, un delegado gremial había ordenado una huelga porque siendo las seis de la tarde aún no había llegado el refrigerio. Furioso, el director sólo atinó a caminar hasta que, detrás de un cerro, vio llegar a la Estanciera con el mate cocido y sandwiches de salame en los que consistía la merienda. El retraso se había debido a la pinchadura de un neumático en aquellas lejanas latitudes.

            Osvaldo Bayer me lo contó de esta manera: como delegado de la Asociación Argentina de Actores, Luís Brandoni había ordenado la huelga ante la demora en la llegada del refrigerio, lo que suscitó una fuerte discusión entre ambos, “Olivera se puso a caminar” dijo, aludiendo a su indignación e impotencia frente a la situación: las tres A amenazaban, la película estaba siendo hecha contra reloj y en esas lejanías se declaraba una huelga porque no había llegado la merienda a tiempo, agregó.

            “Al día siguiente –dijo- a las siete de la mañana tocan a la puerta de mi habitación en el hotel: era Héctor Alterio, vestido de militar, para decir que una asamblea había dispuesto que debía pedirle disculpas a Brandoni”. La respuesta de Bayer estuvo dada en un insulto de mayor envergadura. El actor, que interpretaba al personaje de Antonio Soto, había permitido que Olivera y Bayer aparecieran en la película pero como extras: como tales no les estaba permitido hablar.              

            “A fines de enero volvimos a Buenos Aires –dice Olivera en su autobiografía- y mis socios  Ayala y Repetto me recibieron con un pedido (o una exigencia): -Héctor: tenés que apurar la terminación de la película porque Perón se nos puede morir en cualquier momento.   Y no me lo dijeron pero los tres pensamos lo mismo: con Isabelita y su consejero López Rega en el poder, esta película no se podría estrenar hasta quién sabe cuándo” (pág.171).

            Así, Olivera y Oscar Montauti, el montajista, trabajaron día y noche durante todo el mes de febrero y luego del rodaje hicieron, a lo largo de marzo, una posproducción que hubiera llevado tres meses, mientras Oscar Cardozo Ocampo escribía, sin pausa, la música.

            Es decir que esa película, de 1 hora 47 minutos, con escenas y diálogos memorables, con actuaciones antológicas, que dio testimonio de una de las mayores tragedias de la historia argentina, fue rodada y armada entre enero y marzo, es decir en el transcurso de solo tres meses.

El viernes 4 de abril Héctor Olivera vivió la emocionante experiencia de ver, junto con los productores Ayala y Repetto, el elenco y Osvaldo Bayer, la primera proyección en la sala de los laboratorios Alex.

           

“Que se de en todos los cines del país”

            Pareció entonces que todos los problemas habían quedado atrás porque, pese a ellos, habían podido hacer una gran película pero, nuevamente, los problemas recomenzaban.

            Al llevar el filme al Ente de Calificación Cinematográfica era  Comandante en Jefe del Ejército el Tte.Gral. Laureano Anaya, sobrino del general Elbio Carlos Anaya, quien como capitán del Regimiento 10 de infantería, había sido uno de los que habían fusilado en la Patagonia. Ante esa circunstancia el Ente no calificaría la película. Cabe agregar que en una entrevista que le hizo Bayer a Anaya en casa del militar, éste lo echó.

            Las gestiones en el gobierno para lograr el estreno fueron inútiles.

            La película le fue exhibida privadamente a Perón, quien dijo que estaba muy bien, que los hechos habían sido así, pero que no podía autorizarla porque daba una imagen negativa del Ejército.

            No obstante, a principios de junio la exhibición de la obra estaba autorizada y el estreno tuvo lugar el jueves 13 en el cine Atlas.

            Lo que había sucedido entretanto solo se supo después: Perón había oído al general Laureano Anaya decir en una entrevista que –El arma ejército obedece a sus mandos naturales   . Indignado, el entonces presidente se preguntó –¿Y a quien iba a obedecer si no? Luego agregó: -¿Cómo era esa película de la Patagonia en la que aparece el tío de Anaya? Cuando le contestaron completó –¡Que se de en todos los cines del país!.

            Fue así que La Patagonia Rebelde pudo ser estrenada, comenzar su trayectoria y dejar un testimonio duradero que recorrió el mundo.

            Poco después  recibió el Oso de Plata en el festival de Berlín.

            El precio fue muy alto: Osvaldo Bayer fue forzado a exiliarse, como Héctor Alterio y muchos más. Su obra fue quemada por la dictadura militar y el autor sólo pudo volver a la Argentina en 1983.

            La Patagonia Rebelde fue esa gran película épica que Héctor Olivera imaginó, y dejó testimonio no sólo de las huelgas rurales patagónicas de 1920/21 sino también de la época en que fue filmada. 

 

 

Eduardo Balestena

19.03.24


viernes, 2 de febrero de 2024

Una salvación inesperada


 

Una mujer –no sabemos quién es- ha sufrido algo terrible –tampoco sabemos de qué se trata- y habla con alguien. Le dice que su historia es larga. “No importa, tengo todo el tiempo” le responde la suave y pausada voz de un hombre.

Un joven dependiente en un pequeño mercado es llamado por teléfono: su abuela, con la cual vive, se encuentra muy enferma y le dice, con toda calma, que va a morir muy pronto y que ha hecho los arreglos legales para legarle su casa y una suma de dinero. El joven es muy silencioso e introspectivo, casi no habla, aun así, sin ninguna señal externa, sabemos que la desesperación y la pena lo embargan por igual y que se enfrenta a quedarse solo en el mundo.

Sabemos que esas historias habrán de cruzarse en algún momento e intuimos que ello pasará cuando algo muy importante e inesperado suceda, pero ¿cómo y cuándo será?

 

La novena

Los viernes de TV5 suelen deparar sorpresas, dos viernes atrás se trató del hallazgo de la película canadiense La novena (2005) de Bernard Émond con Elise Guibault y Patrick Dolet en los papeles centrales.

No se necesita más que una historia sencilla y muy posible de suceder, con apenas pocas palabras –las esenciales-  muy pocos escenarios y actuaciones contenidas e introspectivas, para hacer una película profunda, original por su propia sencillez y con un mensaje muy claro: las soledades se cruzan, a veces en el peor momento, y alguien desconocido nos salva la vida, nos ofrece –en su propio dolor- un camino y ambos personajes se ayudan, entran uno en la vida del otro y nos muestran un camino a seguir.

 

Jeanne y Francois

La historia de Jeanne no se desarrolla de manera lineal, siguiendo un orden cronológico; sus escenas se alternan, una es violenta: un hombre la aferra y le apunta con un arma. En otro momento está internada, en otro se marcha a un pueblo y se registra en un motel; de allí se propone ir a un muelle a suicidarse.

Algo sucede entonces.

La otra historia, la de Francois,  sigue en cambio una línea del tiempo definida y los pocos hechos que acontecen lo hacen en un orden cronológico: Francois duerme en el suelo, al lado de la cama de su abuela, se va a trabajar y regresa a cuidarla. Su vida se va en ello.

En un momento pide permiso en su trabajo para tomarse las mañanas. Ya en su casa, prepara una vieja camioneta Chevrolet y sale a la ruta.

Se detiene en un muelle a comer un sandwich y ve a Jeanne sentada en un pilar; se da cuenta de que algo muy grave le sucede y se queda a su lado. Primero ella lo echa, más tarde, cuando baja el sol, comienza a temblar y él la abriga, la lleva al motel, le compra comida, le dice que volverá el siguiente día.

  La narración se va armando: Jeanne es médica y ha atendido a una niña, pero al hacerlo ha advertido que la madre tiene varios hematomas. Le ofrece su ayuda. Ella se niega. A la salida del consultorio la aguarda el marido, que la trata violentamente. 

Francois le cuenta a Jeanne que está haciendo una novenaria, yendo a rezar a la iglesia por su abuela durante nueve días, pidiendo que se salve; él se ha dado cuenta de que Jeanne ha ido al muelle para arrojarse al agua. Casi no hablan, pero en un momento él le dice: “En su corazón hay mucha angustia”.

La joven madre había acudido a Jeanne nuevamente, más golpeada que la vez anterior y ella la había alojado en su propia casa, junto con su hija. Más tarde las llevó a un lugar de refugio de mujeres golpeadas. Hasta allí la siguió el marido de la joven mujer, la dominó por la fuerza, consiguió entrar al refugio y una vez allí mató a su hija, a la madre y se suicidó. Jeanne se sintió culpable por eso.

Francois ve en la calle que Jeanne, que aunque no sea creyente ha ido a la iglesia y salva la vida de un hombre que sufre un ataque, entonces le pide que vaya a su casa a ver a su abuela: Jeanne lo hace y le confirma el diagnóstico conocido y que, efectivamente, morirá pronto.

La muerte es asumida como un hecho más de la vida. Francoise le cuenta a Jeanne que sus padres murieron en un accidente de tránsito y que, desde entonces, él vivió con su abuela una vida silenciosa y solitaria.

En el final, Jeanne, que no es creyente, ve a un sacerdote a través de la ventana de una especie de oficina en la cual dialoga con una pareja; de pronto los ojos de él ojos se fijan en ella. Esa es la instancia que cuenta la historia, esa es la voz del comienzo. Nos dice que el diálogo puede ir más allá de las creencias y establecerse entre dos personas que simplemente quieran dialogar.

La esperanza tenue

Pareciera que es la propia vida la que se encarna en las personas y las hace seguir viviendo. Al hacerlo, les revela que, de a poco, todo continúa. La vida, detenida en el dolor, uno capaz de bloquear todos los caminos, de pronto se pone lentamente en marcha; el movimiento comienza con algo muy leve, pero capaz de hacer que cada personaje dé un primer paso desde el centro de su dolor hacia aquello otro que lo espera más allá.

La vida renace en los otros en el momento más inesperado. Le basta una presencia, un gesto, una acción y de pronto todo ha comenzado cambiar. El dolor no desaparece, nunca desaparecerá, pero ya no es el centro.

Jeanne y Francoise están unidos por algo, por ese momento en que uno pudo darle al otro algo inesperado y a la vez decisivo.

 Pareciera que cuanto más despojadas, más directas y menos efectistas, ciertas historias son capaces de reflejar lo que todos sentimos y revelarnos que la salvación es igual de inesperada que el dolor, pero que es capaz de ir más allá de él.

 

 

Eduardo Balestena

3 de febrero de 2024

lunes, 1 de enero de 2024

Relato de un náufrago: el espíritu de supervivencia en una obra maestra


                                                             Luís Alejandro Velasco

Cuando estamos perdidos ante algo terrible, que no tenemos ninguna forma de controlar, pueden suceder dos cosas: rendirnos o seguir, aunque no haya un horizonte de salvación a la vista. El optimismo es algo que no se puede explicar y la perseverancia está siempre unida a él.

Relato de un náufrago es mucho  más que una gran crónica, se trata de un libro de enorme sabiduría que se refiere al hecho de  sobrellevar la adversidad; no se agota en solo leerlo sino que nos brinda una enseñanza y una inspiración. 

 

Ximo García Roca

Fue gracias al ensayo La navegación y la fisonomía del naufragio, de Joaquín García Roca (a quien todos conocen con el nombre de Ximo), de la Universidad de Valencia, que conocí Relato de un náufrago, (1970), de Gabriel García Márquez (1927-2014).

Ximo García Roca ha escrito infinidad de artículos y libros y, desde el voluntariado, como Trabajador Social y Doctor en Teología, ha trabajado incesantemente por los más necesitados,  llevando a cabo una incansable lucha en favor de los inmigrantes en España.

Con el tiempo nos haríamos amigos y, como el gran escritor y humanista que es ha sido una gran inspiración para mí

 

Un increíble relato

El 28 de enero de 1955, 8 miembros de la tripulación del destructor Caldas, de la marina colombiana, cayeron al mar. Todos ellos perecieron, a excepción de uno, Luís Alejandro Velasco (1934-2000), que perdido en el mar durante diez días, sin agua ni comida, pudo sobrevivir.

Ximo García Roca reflexionó sobre las razones de ello. ¿Qué piensa un hombre, qué siente en semejante situación y qué lo lleva a actuar de una manera y no de otra?

Según la historia oficial, la tragedia ocurrió debido a una tormenta en el Mar Caribe, por el cual el Caldas, que había partido de Mobile, Estados Unidos, hacia Cartagena, Colombia, navegaba. Sin embargo, la verdadera historia era muy diferente.

Luís Alejandro Velasco había vendido la historia por dinero y hecho publicidad de la marca de su reloj, que no se había detenido ni una vez, y de sus zapatos, tan resistentes que no pudo desgarrarlos para comérselos. De este modo, cuando llegó a El espectador, el diario en el cual Gabriel García Márquez era un joven reportero, la historia que nuevamente buscaba vender ya no era una novedad. En un primer momento, Guillermo Cano, el director del diario, no estuvo interesado en hacer un refrito de la aventura de Velasco y lo envió de regreso por donde había venido, sin embargo, de pronto, a impulso de una corazonada, lo alcanzó en la escalera y lo puso en manos de García Márquez: “Fue como si me hubiera dado una bomba de relojería”, dijo el escritor.

La dictadura de Rojas Pinilla tenía entonces amordazada a la prensa, que buscaba historias no comprometidas para entretener a sus lectores, y ésta no parecía poder ofrecer nada nuevo; sin embargo, no fue así.

La primera impresión de García Márquez fue que Velazco tenía una enorme capacidad de síntesis y una memoria asombrosa; a lo largo de 20 sesiones de seis horas diarias, le brindó un relato “compacto y verídico” del cual, por medio de notas que iba tomando, rescató el nivel del lenguaje del náufrago y supo explotarlo al máximo.

En la cuarta sesión Velasco reveló que no había habido ninguna tormenta en el Mar Caribe sino que, castigado por un oleaje embravecido y un fuerte viento, el buque escoraba a babor peligrosamente, en gran medida debido a las cajas de mercaderías de contrabando estibadas en cubierta. Velasco pensaba que en cualquier momento sería dada la orden de cortar las sogas para que las cajas cayeran al mar. La nave escoraba fuertemente y tardaba en encontrar la posición vertical:

El buque pareció suspendido en el aire un segundo. Saqué la mano para mirar la hora, pero en ese instante no vi el brazo, ni la mano, ni el reloj. No vi la ola. Sentí que la nave se iba del todo  y que la carga en que me apoyaba se estaba rodando. Me puse en pie, en una fracción de segundo, y el agua me llegaba al cuello […] Entonces el agua me cubrió por completo y empecé a nadar hacia arriba por espacio de uno, dos, tres segundos. Seguí nadando hacia arriba. Me faltaba aire. Me asfixiaba. Traté de agarrarme de la carga, pero ya la carga no estaba allí. Ya no había nada alrededor. Cuando salí a flote no vi en torno mío nada distinto del mar. Un segundo después, como a cien metros, el buque surgió entre las olas, chorreando agua por todos los lados, como un submarino. Sólo entonces me di cuenta de que había caído al agua.

(Gabriel García Márquez, Relato de un náufrago, ediciones Oveja Negra, México 1994, pág. 25)  

La sobrecarga del buque le impidió maniobrar para recoger a los náufragos y siguió navegando como si nada hubiera pasado.

La historia fue publicada por capítulos durante quince días, a lo largo de los cuales los lectores hacían una cola frente al periódico, cuya tirada se duplicó,  buscando comprar los números atrasados.

Sin embargo, no era esa la versión que la dictadura del general Rojas Pinilla, deseaba que se conociera.

El diario terminó siendo clausurado, Velasco se vio forzado a dejar la marina y García Márquez debió comenzar un exilio que también lo convirtió a él mismo en náufrago navegando en una balsa a la deriva.

 

El arte de la supervivencia

Más allá de los hechos, el arte de la supervivencia, donde en gran medida interviene al azar, es el verdadero y profundo significado de la historia y lo que interesó a Ximo: “En el origen de todo naufragio está la fatiga con la desesperación” y agrega “Decidí que lo único con lo que podía contar para salvarme era mi voluntad y el resto de mis fuerzas.”  (La Navegación y…en “Ética: ¿Un discurso o una práctica social?”, colección Tramas Sociales, Edit. Paidós, Bs.As., 2000, p.33).

De pronto el náufrago se encuentra solo en el mar, supone que será rescatado y sigue mentalmente el viaje del destructor. Presume que, conociéndose la posición de la caída de los tripulantes, alguien vendrá a salvarlo.

Los minutos eran largos e intensos. El sol me abrasaba el rostro y la espalda y los labios me ardían, cuarteados por la sal. Pero en ese momento no sentía ni sed ni hambre. La única necesidad que sentía era la de ver aparecer los aviones.

(p. 33)

La esperanza primero obedece a una causa: la expectativa del rescate. Pero en estas contingencias no funcionan la razón, ni las expectativas. Un hecho terrible, inesperado, desborda a la razón y las expectativas pero no siempre puede quebrar la esperanza. En un punto descubrimos que la esperanza puede sostenerse por sí misma, aunque no haya referencias ni posibilidades.

Pero yo sabía que cuando el viento aúlla en el mar, cuando las olas se rompen contra los acantilados, uno sigue oyendo las voces que recuerda.

                            (p.34)

Yo había sido también un náufrago de otra clase de naufragio: a mí me habían arrojado por la borda y pensaba en que todo había sucedido de pronto y que, siendo inocente, había sido arrastrado a una injusticia y escuchaba la voz de mi madre y pensaba que sufriría de saber lo que me estaban haciendo y que ella no me había cuidado y entregado su vida para que otros me sacrificaran. Entonces oía su voz y pensaba en que sola se sentiría allá en la muerte.

Como un diamante amarillo aparece la primera estrella en un cielo del color de las violetas oscuras y luego sobreviene la noche, la primera solo en el mar.

Mi primera impresión, al darme cuenta de que estaba  sumergido en la oscuridad, de que ya no podía ver la palma de mi mano, fue la de que no podría dominar el terror.

(p.35)

El filo del terror refulge como un rayo cuando no sabemos qué sucederá y no tenemos nada a lo cual acudir, pero luego cede si es que estamos atentos a otra voz, una más interna que nos pueda consolar.

Yo sabía que en el piso de la balsa estaría a salvo de animales, porque la red que protege el piso les impide acercarse. Pero eso se aprende en la escuela […] cuando el instructor hace la demostración en un modelo reducido de la balsa […] Pero cuando se está solo en el mar, a las ocho de la noche y sin esperanzas, se piensa que  no hay ninguna lógica en las palabras del instructor.

(p.36)

Al sufrir una injusticia en nuestro ámbito de trabajo el sistema en el que funcionaba nuestra vida se quiebra y nunca recuperará su forma original. Todos saben que es una injusticia pero nadie nos apoya. Las personas dejan de ser lo que uno creía que eran, pero que, en realdad,  íntimamente, nunca habían sido: el material de que estaban hechas se partió al primer esfuerzo al que fue sometido y la razón ya no explica las cosas, estamos solos y ya no hay ninguna lógica en las palabras del instructor. El mundo ha perdido su forma y su consistencia. Después de todo, nada es lo que parecía ser.

¿Cómo habremos de sobrevivir? No lo sabemos, aunque a la deriva, seguimos a flote. La noche de la desesperación es interminable y nos deposita en un día, igual de interminable, sin que pase nada

Es imposible que la noche sea tan larga como el día. Se necesita haber pasado una noche en el mar, sentado en una balsa y contemplando el reloj, para saber que la noche es desmesuradamente más larga que el día. Pero de pronto empieza a amanecer, y entonces uno se siente demasiado cansado para saber que está amaneciendo.

(p.38)

La pregunta es si somos capaces de construir nuestras estrategias de supervivencia o si ellas aparecen allí por sí mismas.

No tenemos nada a qué aferrarnos pero la vida igual empuja en nosotros.

De pronto se aproxima un avión que pasa cerca. Supone que lo han descubierto porque ve, claramente, a un hombre asomado a la ventanilla con prismáticos. Sin embargo el avión regresa por donde vino y, en las horas siguientes nadie viene a rescatarlo. Lo invade el desasosiego más profundo. Otro peligro se presenta: los tiburones que, invariablemente, vienen a las cinco. Aun así, busca el rumbo de la Osa Mayor para remar.

Llevaba casi cuarenta horas sin agua ni alimentos y más de dos noches y dos días  sin dormir; pues había estado en vigilia toda la noche anterior al accidente. Sin embargo, yo me sentía capaz de remar.

(p.45)

En el naufragio todo el esfuerzo pesa sobre nosotros porque aun aquello que debería ayudarnos ha fallado.

 

Renovadas fuerzas para resistir

Sin pensarlo demasiado, las únicas acciones que lleva a cabo el náufrago son las de supervivencia:

Ahora no esperaba la salvación por ningún lado y sentía deseos de morir. Sin embargo, algo extraño  me ocurría cuando sentía deseos de morir: inmediatamente empezaba a pensar en un peligro. Ese pensamiento me infundía renovadas fuerzas para resistir. (p. 52).

Ni de los barcos ni los aviones que divisa lo ven. Le arde la piel, le duele todo el cuerpo y no ha podido dormir pero así, descorazonado y abandonado, se aferraba siempre a algo.

“El naufragio nos arroja a un abismo” pero “Siempre encontraba un recurso para sobrevivir, un punto de apoyo, no importa cuán insignificante” (La navegación…p.34).

Hay un instante  en que ya no se siente la sed ni el hambre. Un momento en que no se sienten ni los implacables  mordiscos del sol en la piel ampollada. No se piensa. No se tiene ninguna noción de los sentimientos. Pero aún no se pierden las esperanzas. (p.53).

En medio de todo eso hay un punto de inflexión:

Necesitaba masticar algo […] Entonces fue cuando me acordé de las tarjetas de almacén de Mobile.

Estaban  en uno de los bolsillos de mi pantalón, casi completamente deshechas por la humedad. Las despedacé, me las llevé a la boca y empecé a masticar. Aquello fue como un milagro: la garganta se alivió un poco y la boca se me llenó de saliva. Lentamente seguí masticando […] al primer mordisco me dolieron las mandíbulas. Pero a medida que masticaba […] me sentí más fuerte y optimista […] Sentí bajar la papilla de cartón molido  y desde ese instante tuve la sensación de que me salvaría.

(p. 61)

En un momento nos sentimos en la parte más honda de un abismo del cual nos parece imposible poder salir, pero basta algo mínimo para darnos la sensación de que podremos superar la contingencia. A veces, cuanto más grande es el dolor más pequeño es aquello que puede aliviarlo. Es todo tan malo que el simple destello de algo bueno basta.

La lucidez debe saber interpretar las cosas y la voluntad de  sobrevivir llevar a cabo las acciones:

La cosa ocurrió tan violentamente que no me di cuenta en qué momento el tiburón saltó fuera del agua. Dio un fuerte coletazo, y la balsa, tambaleando, se hundió  en la espuma brillante. […] estaba seguro de que el tiburón se había metido en la balsa. Pero en un instante vi la aleta que sobresalía por la borda y me di cuenta de lo que había pasado. Perseguido por el tiburón, un pez brillante y verde, como de medio metro de longitud, había saltado dentro de la balsa.

(p.65)

El náufrago lucha con el tiburón cuando este le arrebata su presa y la bestia le come parte del remo: la lucha por la supervivencia es denodada, irracional y violenta y en ella a veces no se miden los riesgos.

 

La vida misma

Una noche, durante una tormenta la balsa se volcó y el náufrago cayó al mar nuevamente. Un momento después no divisaba la balsa, hasta que, de pronto, la vio detrás de él y, con un gran esfuerzo, pudo volver a subir. Sin embargo, la balsa se dio vuelta de nuevo y de pronto se dio cuenta de que estaba empezando a ahogarse. Estaba atado por su cinturón y, desesperadamente, empezó a abrir la hebilla para poder liberarse, salir de debajo de la balsa y subir nuevamente al otro lado.  

La reacción debe ser rápida, hecha sin pensar y guiada por un fuerte deseo.

“La musculatura de la resistencia es vida ella misma. La fortaleza es el medio, la vida es el fin”, dice García Roca (La navegación…p. 41)

Cuando vivimos determinadas circunstancias sólo sabemos que debemos dejarlas atrás lo antes posible y continuar hacia adelante. Es algo no deliberado. Es una fuerza, pero para que pueda salvarnos debe ser poderosa.

A veces podemos ver claramente la salida, otras no, pero igualmente es preciso seguir.

Ximo cita un poema de Fernando Pessoa “De todo quedaron tres cosas: La certeza de que estaba siempre comenzando,/la certeza de que había que seguir/ la certeza de que sería interrumpido antes de terminar/. Hacer de la interrupción un camino nuevo,/de la búsqueda un encuentro”.

La vida es algo tan valioso que impone respeto y ese respeto hace que nos aferremos a ella y que busquemos una salida aun allí donde pensamos que no la hay. Buscamos defenderla hasta el límite de nuestras fuerzas y más.

Esa mañana  había decidido entre la vida y la muerte. Había escogido la muerte, y sin embargo seguía vivo […] dispuesto a seguir luchando por la vida. A seguir luchando por lo único que ya no me importaba nada.

(p.83)

 La vida termina por imponerse.

 

“Una resurrección en tierra extraña”

Al comienzo la tierra que ve a lo lejos le parece una nueva alucinación pero luego surge la evidencia de que es real y, con el único remo partido a la mitad por la mordida del tiburón, intenta remar hacia la orilla:

Calculé que habría dos kilómetros desde la balsa hasta la orilla. Tenía las manos deshechas y el ejercicio me mataba la espalda. Pero no había resistido nueve días –diez con el que estaba empezando- para renunciar ahora que estaba frente a la tierra.

(p.89)

Dos cosas pueden suceder: que sucumbamos ante el desánimo y el esfuerzo o que de pronto nos percatemos de que nuestro espíritu de resistencia fue capaz de hacernos avanzar y llegar a un punto del cual no es posible volver.

Sin embargo los peligros subsisten: sobrevivir es un arte que no da tregua:

Pero luego me sentí agotado, levanté el remo un instante, contemplando la exuberante vegetación que crecía ante mis ojos, y vi que una corriente paralela a la costa impulsaba la balsa hacia los acantilados […]

Traté de calcular mis fuerzas. Necesitaba nadar dos kilómetros para alcanzar la costa. En buenas condiciones puedo nadar dos kilómetros en menos de una hora. Pero no sabía cuánto tiempo  podía nadar después de diez días sin comer más que un pedazo de pescado y una raíz, con cl cuerpo ampollado por el sol y la rodilla herida. Pero aquella era mi última oportunidad. No tuve tiempo de pensarlo. No tuve tiempo de acordarme de los tiburones. Solté el remo, cerré los ojos y me arrojé al agua.

(p.90)

Piensa si la tierra hacia la que estaba nadando con sus últimas fuerzas no sería una nueva alucinación, como las varias que tuvo. Las decisiones deben ser rápidas, intuitivas y al tomarlas se afronta el riesgo que deviene de aquello desconocido, aquello que no fue posible valorar al tomar la decisión.

La decisión fue, afortunadamente, la acertada y la intuición fue certera y le permitirá llegar a tierra y ser salvado por un lugareño que, junto a su familia, lo cuidó con sabiduría y dedicación.

La salvación es el gran medida el resultado de una serie de decisiones pero también de casualidades y no todo depende de nosotros.

Viktor Frankl sobrevive en los campos de concentración nazis porque, como el náufrago, es capaz de leer los signos, ocultarse cuando están por llevar a los prisioneros a otro campo, dándose cuenta de qué debe hacer y del momento de hacerlo.

Se trata de aprovechar los resquicios del azar,  y sacar algo de las fuerzas que están en contra.  

 

Una delgada línea

Resiliencia es la aptitud de un material para mantener su forma ante el impacto de algo que puede destruirlo; significa que en el naufragio prevalezca una actitud hecha de esperanza, voluntad, sabiduría, perseverancia y amor por la vida.

Quizás Relato de un náufrago, de Luis Alejandro Velasco y Gabriel García Márquez sea la mejor manera de poner el concepto de resiliencia en palabras. Es uno de mis libros centrales. Me  acompañó cuando estuve internado en el hospital, antes y después de una operación y me ayudó en aquella travesía en la que nunca perdí la esperanza. Estuvo conmigo antes de eso, cuando debimos vivir cosas que eran inimaginables, sin que existiera no ya una certeza sino alguna remota posibilidad de salvación. Ayudó a mantenernos, a sobrellevar la fatiga, el desánimo, la imposibilidad de todo y la falta de esperanzas y, como el náufrago pudimos salvarnos por el propio azar, por la voluntad y el resto de nuestras fuerzas.

Hay un espacio de convivencia con los otros, uno en el cual las cosas discurren apaciblemente, pero en medio de ese espacio hay una línea que es extremadamente delgada, que es invisible, una de la cual no tenemos noticia hasta que algo sucede y cuando la atravesamos, aquello que parecía bueno revela que no lo era; nos muestra su peor cara, nos abandona y debemos sobrevivir en una balsa, solos, arrastrados por una corriente que ignoramos a donde habrá de llevarnos y que no podemos manejar. Es entonces cuando la lucidez, el resto de nuestras fuerzas, el sentido de la oportunidad, revelan su extraño e increíble poder y sacamos fuerzas no sabemos de dónde para encarar la adversidad y la adversidad hace eso: nos revela de qué éramos capaces y no lo sabíamos.

La maldad en el mundo está agazapada tras esa delgada línea y, tarde o temprano, debemos enfrentarla. Habrá que estar preparados para eso y llevar en nuestras alforjas este libro.

Pero también está la bondad, el gesto de algunos pocos y esta es la mejor parte de la enseñanza que nos depara el naufragio.

 Por último, el Relato de un náufrago me recuerda a Ximo, sus ideas, sus experiencias me permite habitar en el mundo del espíritu de la supervivencia.

Eduardo Balestena

Mar del Plata, Argentina, 1ro, de enero de 2024